miércoles, 25 de marzo de 2009

Sismos

"El maderamen de las casas crujía fuertemente, las lámparas se bamboleaban, los muebles se movían y los cuadros caían de las paredes. Se rompieron objetos de cristalería y se pudo ver porcelana saltando de los aparadores. Los habitantes han permanecido en vela parte de la noche, azorados a causa de un fortísimo temblor de tierra…".

No es el inicio de una novela ni la escena de una película. Tampoco es la crónica de un hecho ocurrido en algún lejano país oriental. Se trata de una noticia publicada en el diario La Tribuna Popular en 1888, que cuenta las consecuencias de un terremoto ocurrido en el Río de la Plata el 5 de junio de ese año.
En 1848, 1888 y 1988 hubo terremotos en el Río de la Plata que afectaron varios kilómetros a la redonda, en tanto en 1990 sucedió el único hecho registrado en la parte continental del país. Pero para sorpresa de los desentendidos, este movimiento continuo de la corteza terrestre no se acota a espacios geográficos determinados, sino que sucede en todas partes, incluido Uruguay.

De acuerdo a las crónicas de la época, el terremoto de 1848 tuvo una intensidad de entre V y VI en la escala de Mercalli. Eso significa: grietas en revestimientos, balanceo de árboles y postes, y corrimiento de muebles pesados. Sin embargo, no se conoce su magnitud.

El de 1990, en cambio, fue de III en esa escala. En ese nivel se siente muy poco, es mejor percibido en pisos superiores de edificios altos, los automóviles parados se balancean ligeramente y algunos ni siquiera se dan cuenta que es un temblor.

Fue en la localidad duraznense de La Paloma y se trató del único sismo en territorio continental uruguayo. "Se trató de un movimiento muy pequeño y no se tiene muy clara su génesis. Yo creo que tal vez se debió a reajustes de la corteza por efecto de la represa del Río Negro. Una cosa son los terremotos debidos a fallas geológicas, y otras los `artificiales`, provocados por el hombre".


Por otro lado, se debe tener en cuenta que Uruguay no cuenta con instrumentos para medir los movimientos tectónicos en su territorio. En 1977 se recibió un sismógrafo como donación pero nunca fue colocado, debido a que le faltan ciertos elementos. Hoy este instrumento se encuentra en la Facultad de Ingeniería.

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