domingo, 14 de junio de 2009

Te quiero, pero ahora me tengo que ir

Y él se fue. Ahí la dejó parada en la parada a ella, con cara de dormida y un poco curtida por una noche de sexo, besos y unos cuantos sollozos. (...) El vacío en el corazón era tan grande que decidió entrar al Esso shop a comprar una coca. Con ojos duros sale a la avenida que todavía se mantenía vacía. Caminó hasta el costado de la parada otra vez. Respiró hondo y lloró.

Y él se fue. Cuestiones del destino le dijéron que no iba a volver nunca más, pero por suerte él no lo sabía todavía. Sacó su boleto y se sentó en el fondo. Ya había hecho ese recorrido mil veces en ese bondi, pero nunca supo el motivo de por qué todos eran tan distintos. Unos con paz, otros con felicidad, otros con nervios, otros desgarrantes, otros soñolientos y tristes. Baja del bondi como las otras veces y camina las mismas cuadras. Sigue su viaje de horas. Se la banca. Llegó a su casa. Se acostó. Respiró hondo y lloró.